El mundo del automóvil puede ser un tema que es capaz de despertar grandes pasiones e incluso provocar controversias.
Dentro de éste mundo, hay ciertos tipos de automóviles que generan pasiones únicas. Ya sea por su diseño, su tecnología o su historia, una opinión muy particular puede convertirlo en todo un icono.
Uno de estos ejemplos puede ser el Volkswagen Jetta GLX VR6 del 2000. Este modelo representó el escalón más alto dentro de la gama Jetta, con un equipamiento de lujo muy completo y con ambiciones deportivas muy bien definidas.
La generación IV del Jetta marcó un nuevo estilo en diseño con respecto a la generación precedente. Sus líneas exteriores eran más redondeadas lo que le conferían un aspecto más dinámico. El diseño interior se seguía la misma tendencia, líneas fluidas y una mejora en la calidad de los plásticos que recubrían el habitáculo.
Otra de las pautas que marcaron a este modelo fue su equipamiento fuera de serie. Censor de lluvia, asientos con memoria y calefacción, sistema de sonido con reproductor de disco compacto, sistema climatronic, computadora de viaje entre otros. La iluminación de buen gusto de color azul era un toque que le confería un punto más de distinción.
La mecánica corría a cargo del extraordinario motor de seis cilindros de 2.8 litros y 177 HP. El sonido que emitía daba un claro ejemplo de su potencial. Una transmisión manual de cinco velocidades sacaba provecho de lo que el motor era capaz de hacer.
Una suspensión firme así como una dirección precisa nos recordaba la orientación deportiva del Jetta. Sin grandes excedentes, el Jetta seguía el estilo sobrio y contemporáneo que ha caracterizado a los sedánes alemanes.